"Todo en esta vida nos es útil, si tenemos interes en aprovecharlo" A. Calder

foto perfil: Fernando Aceves

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martes, 10 de septiembre de 2013

Veintiocho


Nada de esto fue cronológicamente planeado, pero el padre de mi abuelo tuvo a mi abuelo a los 27 años de edad, su primer hijo de no sé cuantos.

Luego el otro abuelo tuvo a su hijo, mi padre, a los 27 años de edad.

Mi padre fue el segundo de 9 hermanos. Después a sus 27, sin duda, nací. Y ahí voy, a romper como siempre, con las tradiciones familiares; pasan mis 27 y no tuve a nadie.

Hoy se acabaron mis 27 y con ellos la crisis que supongo entendida está, con lo que escribo arriba. Aunque confieso que sí me llamó la atención al punto de cuestionarme lo que he hecho, la verdad es que nunca había estado más contento de lo que ha pasado en estos años por aquí.
Ya sabía que los caminos que uno elige tienen sus propias curvas, sus limites de velocidad, sus grietas, sus paisajes y mientras más auténticos, mejor para uno. Sin embargo, hoy lo comprendí, en otras palabras, me cayó el veinte y no estoy más que satisfecho.

No es todo lo que voy a decir de que le estoy sumando otro 1 a mis años, pero sí es algo que tengo en la mente listo para ponerlo en las líneas.
Y en cuanto a las tradiciones rotas con mi firma, son varias que ya no cabrían aquí, empezaré a hacer la lista.

jueves, 10 de enero de 2013

San Miguel y los nuevos caminos

 El sábado fuimos a San Miguel. Sabia que habia estado en ese lugar pero no pude decir hace cuanto tiempo.  A Ella le gusta viajar y lo ha hecho por el mundo. Eso es como esas cosas que te llegan porque estabas en el lugar adecuado o porque alguien con muchas influencias divinas se pone de tu lado.
Ya quedamos que el tiempo se mide por las cosas que te pasan y con ella empiezo a vivir lo que en varios años sucede, o las sensaciones que se acumulan en varios atardeceres. La velocidad empieza a ser relativa. Poco a poco hemos ido acumulando kilómetros que ya no sé si son más que todas las palabras que nos hemos dicho para ponernos al dia de lo que ha pasado, en lo que nuestros caminos se juntaran.



En la primaria nunca fui muy popular ni muy invisible, estaba como esos que ves por ahí, de vez en cuando. En la secundaria también y fue ahí donde nos conocimos aunque Ella no lo recuerda.
Yo tenia los dientes chuecos, problemas en la espalda, el pie plano y una timidez como rascacielos con la que tenía que lidiar todos los días que empezaban a las 5 y media de la mañana. Ahora pienso qué bueno que no se acuerda de mi en ese tiempo! Así mejor, si se acordara no me hubiera dicho que sí cuando la invité a comer a su propia ciudad. A veces la mala memoria juega para mi equipo.

Después de varios kilometros estábamos en las alturas intercambiando recuerdos. A veces las cosas nuevas superan los planes. Y cuando la noche superó la tarde los pies nos llevaron a varios parques. En el cielo había globos y estrellas, cosa habitual de la primera semana del año que después se convirtió en la primera de nuestros días. Las cosas nuevas continúan. Bienvenidas.







jueves, 3 de enero de 2013

La vida es para siempre

Hoy desperté en casa de mis padres y no sé por qué soñé con Ruth.
Íbamos juntos en la primaria, que queda al lado del mercado que construyeron para que más gente viniera a vivir a la colonia en la que pasé muchos años, creciendo o dejando de ser niño. No lo sabíamos pero eramos vecinos, hasta segundo año nos enteramos que nuestras casas estaban viéndose, una frente de la otra. También eramos vecinos de salón, hasta que me cambiaron de turno a la mañana, porque decía mi madre que los de la mañana andaban más despiertos y que así podría salir a la una y media de la tarde y alcanzaría del agua de limón que había en la comida. Me convenció. 
En ese tiempo empecé a jugar basketball como cualquier niño que puede imaginar que la calle es una cancha profesional, con público y todo. Otra cosa que yo no sabía era que la cancha en la que yo jugaba la había puesto el papá de Ruth, así que yo había jugado en su estadio tantas veces como se me antojara. Para esto ya eramos amigos. 
No había día en que no escuchara que Ruth salía para irse a la escuela o a veces la encontraba cuando iba saliendo de su casa y yo entrando a la mía. Una vez, no la vi y pensé que por fin se había ido de la escuela para ser basketbolista profesional aunque la idea no cuadrara con la realidad ya que seguíamos en la primaria. Luego me enteré que la regresaron a su casa porque le habían sacado sangre de la nariz, por cierto, con un balón de basket.
La cancha pasó de ser un estadio a una sombra para cuando venían a verla sus amigos y sus pretendientes, yo la veía y me daba cuenta cual le gustaba y cual no, mientras la cancha seguía siendo olvidada, con la llegada de los años y de las citas. Ruth me contaba que siempre la había pasado bien con sus novios pero que cuando se casara solo se iba a dedicar a su familia. 
Nunca lo pensamos, pero cuando nos dimos cuenta nuestras vidas se habían separado casi tanto como nos separaba nuestra edad de los años 90's. Pero la sensación de tener una amiga ahí, cruzando la calle, seguía siendo tan reducida como el espacio en donde nos poníamos a andar en bici hace ya muchos años, a nuestros papás no les gustaba que nos fuéramos muy lejos. 

Un día salí de casa y había mucha gente en su patio, me dio frío y pensé que era el invierno. Volví y la gente ahí seguía. Yo venía de hacer una de tantas pruebas a las escuelas de arte que luego me llamarían para ponerme un numero y darme clases. Tenía muchas cosas que contarle, quería al menos encontrármela en la calle y saludar a su bebé que estaba creciendo muy rápido. Con todo, me aguanté el frío y confié en que de pronto la vería a pesar de que yo ya no pasaba tanto tiempo en la casa, ni en la colonia. 
Si hubiera sabido a qué iba esa gente a su casa, me hubiera aguantado otro año sin escuela y sin arte. Nadie la había visto en un tiempo y la encontraron por allá tirada, donde antes eran los campos a donde íbamos a jugar futbol. Yo seguía con frío, con mis cosas para contar y mi amiga ya era un cadáver. No lloré, huí. Pero luego uno se da cuenta que no se puede huir de lo que uno trae puesto y yo ya la traía en mi infancia, cosa que no es tan fácil de quitar. Luego si lloré, encerrado en el baño, porque pensé que las lágrimas se iban a confundir con la regadera. Y me quedé entonces con mi historia, con mi balón de basket, con mis ganas de decirle que iba a extrañar los patines que usábamos en el patio, que algún día ella me iba a atender en su clínica después de un agotamiento que pasa después de las giras, que su hijo tenia sus ojos, que había sido de mis mejores amigas. 
Nunca me enteré de cuando quitaron la cancha, ya no vivo ahí, pero siempre que voy saludo a sus papás y me dan un ejemplo de que la vida es para siempre. De vez en cuando veo a su hijo que ya ni me conoce. De vez en cuando la recuerdo. Mientras sigo esperando encontrármela y entonces contarle todo lo que me ha pasado desde que no había despertado.