Hace unos meses cambie parte de mi vida a otro lugar. He invertido bastantes energías en entender lo que está pasando, lo que provocamos que suceda, esta forma de vida en la que todo te puede inspirar, en la que todo es un lienzo listo para que pintes el mundo, te pone a dar vueltas antes de dar el siguiente paso. Cuando empecé a empacar me di cuenta que tenía más cosas de las que creía tener, que ese espacio pequeño parecía una bodega de lo sucedido desde hace, mínimo, unos 10 años. Al mismo tiempo me di cuenta de que la cantidad de cosas no era proporcional al valor que representaba cada una, muchas veces guardé objetos que sabía que no me servirían, pero esa incapacidad de decir "no", hizo que el espacio fuera más pequeño cada vez.
La mudanza fue por partes, hay veces que se hacen escalas para tomar un poco de aire, para re-ordenar las emociones y hacer un inventario de lo que llevas en el equipaje. Transcurren los días y el tiempo cambia, nos cambia, de pronto los días terminan antes de que me de cuenta y las noches han sido tan generosas que le encuentro el sentido a cuidar mi sueño casi tanto como mis sueños cuidan de mi. Por cierto, últimamente he tenido sueños lúcidos con más frecuencia, hay imágenes que me abren la puerta hacia lo que he tenido dentro desde siempre, emociones que me definen y que, sinceramente, aun no conozco del todo, situación que es emocionante, un reto.
Siempre me ha gustado viajar, trasladarme, desde salir de casa todos los días y recorrer unos cuantos kilómetros, hasta las pocas pero muy valiosas ocasiones en que esa distancia se ha convertido en horas de vuelo, en sonidos distantes, en idiomas lejanos. He perdido la cuenta de los pasos que he dado en esta "etapa" que comenzó casi con el año, invierto tiempo en caminar y conocer nuevas rutas. Una noche, después de un concierto en el que mis compañeros me hicieron saber, sin palabras, que además de construir un proyecto de vida artística impulsado por la sinceridad de nuestras ideas, también estamos construyendo una hermandad con raíces que van creciendo a veces sin control y recorren nuestros cuerpos y mentes haciéndonos parte del mismo árbol; esa noche, regresé caminando a casa ("al final del día, siempre vuelves a casa"), no se si fue la sensación que aun permanecía entre mis manos por las notas que nacieron esa noche, no se si era el frío que no deja de entrar cuando dejas la ventana del corazón abierta, pudo ser el efecto de las risas interminables... No sé que lo provocó, pero vino esa escala inevitable, el inventario. La verdad es que no tuve que hacer mucho esfuerzo, a primera vista reconocí lo que venía conmigo, mis hermanos, mis padres, mis abuelos, nuestra historia, nuestra espiritualidad que nos ha dado la razón de seguir caminando en muchas situaciones... los maestros que me han dicho que las ideas son más importantes que las notas y las experiencias más que los títulos y el rol que juegues en este viaje... Los arquetipos que me han enseñado a ser y saber por qué somos... Los lazos cada vez mas fuertes que hay entre mi gemela de alma y yo... Los días que crecen, maduran y se han convertido en años de búsqueda, donde el recorrido es más importante que la meta... Ahí me di cuenta (otra vez) que tenía más de lo que pensaba, que no hay huecos que llenar, que el espacio que hay es el lugar de algo que está por llegar, lo nuevo que viene se acomoda y se une a lo que ya está y permanece.
Ann dice que para recibir lo que uno desea hay que quitarse primero lo que uno no desea, dejarle espacio a lo que se quiere para que entre y fluya la realidad, el presente. Concuerdo con ella y con las situaciones que llegan y lo demuestran...
Decir gracias es poco, poner fe en lo que viene lo hace más interesante. Ella también dice que es solo el comienzo, creo que es un buen momento para no dejar de caminar.